En nuestro blog nos centraremos en el Síndrome de Down, que dentro de las discapacidades mentales, es uno de los más conocidos y uno de los que tiene un mayor número de incidencia en la población.
El síndrome de Down es una alteración genética producida por la presencia de un cromosoma extra (o una parte de él) en la pareja cromosómica 21, de tal forma que las células de estas personas tienen tres cromosomas en dicho par (de ahí el nombre de trisomía 21), cuando lo habitual es que sólo existan dos.
El síndrome de Down debe su nombre a
John Langdon Down, el médico británico que describió esta anomalía por primera
vez en 1887. De todos modos, no fue hasta 1959 que se identificó la presencia
de un cromosoma adicional como su causa.
Este error congénito se produce de forma espontánea, sin que exista una justificación aparente, nadie sabe con certeza la razón por la que el Síndrome de Down ocurre y aunque no hay forma de evitar el error de cromosomas que lo ocasiona, los científicos saben que las mujeres que conciben a partir de los 35 años aumentan significativamente su riesgo de tener un bebé con esta condición. A los 30 años, por ejemplo, una mujer tiene una probabilidad de 1 en 900 casos de concebir un niño(a) con síndrome de Down. Esta probabilidad incrementa a 1 en 350 a los 35 años. A los 40 años, el riesgo es de 1 caso entre 100.
El síndrome de Down no es una enfermedad y, por lo tanto,
no requiere ningún tratamiento médico en cuanto tal. Además, al desconocerse
las causas subyacentes de esta alteración genética, resulta imposible conocer
cómo prevenirlo.
La salud de los niños con síndrome
de Down no tiene por qué diferenciarse en nada a la de cualquier otro niño, de
esta forma, en muchos de los casos su buena o mala salud no guarda ninguna
relación con su trisomía. Por lo tanto podemos tener niños sanos con síndrome
de Down, es decir, que no presentan enfermedad alguna.
Sin embargo, tenemos niños con síndrome de Down con
patologías asociadas. Son complicaciones de salud relacionadas con su
alteración genética: cardiopatías congénitas, hipertensión pulmonar, problemas
auditivos o visuales, anomalías intestinales, neurológicas, endocrinas… Estas
situaciones requieren cuidados específicos y sobre todo un adecuado seguimiento
desde el nacimiento.
Afortunadamente la mayoría de ellas
tienen tratamiento, bien sea por medio de medicación o por medio de cirugía; en
este último caso, debido a los años que llevan realizándose estas técnicas, se
afrontan con elevadas garantías de éxito, habiéndose superado ya el alto riesgo
que suponían años atrás.
Gracias a los avances en la investigación así como a un
adecuado tratamiento y prevención de los problemas médicos derivados del
síndrome de Down, hoy en día las personas con trisomía 21 han logrado alcanzar
un adecuado estado de salud y, muestra de ello, es que su calidad y esperanza
de vida ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos, alcanzando una
media de 60 años de edad.
El diagnostico del síndrome de Down
puede hacerse antes del parto o tras él. En este último caso se hace con los
datos que proporciona la exploración clínica y se confirma posteriormente
mediante el cariotipo, esto es, el ordenamiento de los cromosomas celulares, que
nos muestra ese cromosoma extra o la variedad que corresponda.
El diagnóstico prenatal para
detectar embarazos de fetos con síndrome de Down se basa actualmente en dos
tipos de pruebas diagnósticas:
- Las pruebas de sospecha o presunción o screenning, de naturaleza no invasiva; es decir, no se actúa directamente sobre los órganos femeninos relacionados con el embarazo por lo que no ofrecen riesgo de aborto.
- Las pruebas de confirmación, de naturaleza invasiva, mediante las cuales se obtienen células fetales con las que se realiza posteriormente el cariotipo. La técnica va asociada a un pequeño aumento en el riesgo de aborto.
Estas
últimas se suelen realizar únicamente si existen antecedentes de alteraciones
genéticas, si la mujer sobrepasa los 35 años o si las pruebas de screening dan
un riesgo alto de que el feto presente síndrome de Down.
Al igual que el síndrome de Down, la
mayoría de las alteraciones congénitas diagnosticadas gracias a pruebas
prenatales no pueden ser tratadas antes del nacimiento.
El diagnóstico prenatal puede ayudar
a los padres a prepararse emocionalmente para la llegada de un hijo con
discapacidad intelectual y dispensarle así, desde un principio, el cariño y los
cuidados especializados que requiere.
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